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«Las Marzas 2009 en Villanueva de Gumiel. Artículo de Gumersindo Ontañón.»
Las Marzas 2009 en Villanueva de Gumiel
Continuando con el trabajo que presenté el año pasado de Antonio Montesinos González, “Las marzas: identidad, sociabilidad y androcentrismo en el ritual marcero”, os voy a dar a conocer otros Aspectos interesantes de estos ritos seculares que permanecen vivos a lo largo de la historia de los pequeños pueblos de Castilla y de otras regiones de la península, entre ellos, se encuentra nuestra localidad.
LOS GRUPOS PORTADORES DEL RITUAL
Los grupos festivos estaban compuestos por varones, ya que la ley y la costumbre de las marzas no consienten más que a mozos solteros, por ser este “un derecho indiscutido de todo mozo soltero”. Estos grupos que constituyen el principal soporte organizativo y estructural de las marzas, están formados por cuadrillas o comparsas que reciben los nombres de marzantes, marceros o pasqueros (cuando salen por Pascua).
A veces estas cuadrillas de marceros, si los mozos tenían conflicto entre ellos y no salían a rondar, eran sustituidas por comparsas de hombres casados.
Internamente la cuadrilla de marzantes se encontraba conformada por el presidente, mozo viejo, regidor, caporal o amo (mozo soltero de más edad), que tenía la máxima autoridad dentro del grupo; los quintos del año, un conjunto homogéneo de varios mozos de edades similares, de un mismo ámbito intracomunitario e igual estatus social; y aquel o aquellos jóvenes que ese año entraban a mozos y marceaban por primera vez cumplidos los quince o dieciséis años, una vez pagada la patente, la cuota o los derechos: pago en metálico o en cántaras de vino, que daba al novicio el derecho a marcear y poder echarse novia, a partir de entonces.
Todos los mozos se encontraban unidos por su identidad sexual, vínculos de amistad y parentesco, proximidad espacial de residencia, igualdad social y moral.
Los nuevos mozos eran presentados por el mozo viejo y debían superar una serie de pruebas rituales que la ronda les exigía, entre otras “el examen de virilidad que, en la noche de marzas, habían de rendir los mozos entrantes ante la comunidad de solteros”. En función de estos ritos de paso a los novicios se les asignaba un papel dentro de la cuadrilla: Cargar con la cesta de pedir las marzas, llevar el farol, realizar los hurtos rituales de verduras y hortalizas en las huertas del vecindario, limpiar la mesa de la comida de marzas, etc.
El mozo viejo era el encargado de coordinar y distribuir las funciones de los miembros de la cuadrilla de marzantes, armonizar sus voces durante los ensayos, pedir las marzas delante de las puertas de las casas del vecindario y, una vez formados los corros de ronda, solicitar la licencia o el permiso para cantarlas o, en su caso, para rezar a las ánimas.
En el interior de la cuadrilla se organizan, con arreglo a las facultades cantoras de los miembros, uno o dos coros de mozos, debidamente seleccionados según las características de sus voces. Los menos dotados para el canto serán los encargados de cumplir las tareas de farolero (también solían iluminarse con velas), que actuaba de guía luminosa del grupo en la oscuridad de la noche, de cestero, bolsero torrendero o torreznero, o ayudante del amo, encargado de llevar una cesta, un burro con alforjas, un cuévano u otro recipiente en el que se van depositando los productos que donaba el vecindario.
El dao, las dádivas o limosnas que se entregaban en metálico, solían ser custodiadas por el tesorero, el cajero o el mozo viejo que hacía también las veces de bolsero, así denominado por la bolsa (“el cepo”) en la que metía el dinero ( en algunas cuadrillas esta función la desempeñaba otro de los mozos mayores) y que, una vez finalizadas las marzas, rendía cuentas, ante el colectivo, de los dineros obtenidos, al igual que el cestero debía recontar en público los alimentos recaudados y llevarlos a la taberna o a la casa, donde se organizaba la comida. Algunas rondas de marzantes, según los lugares y el tiempo, empleaban instrumentos musicales (aunque la costumbre más generalizada ha sido cantar las marzas sin acompañamiento), tales como: panderetas, carracas, pitos y acordeón.
Autor: Gumersindo Ontañón
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