Infantiles
La Piñata
El juego de la piñata, también conocido como romper pucheros, estaba presente en todas las fiestas veraniegas, especialmente en las celebraciones en torno a la entrada de l verano y en todas las fiestas patronales. También era un clásico en las fiestas de cumpleaños o cualquier otra celebración familiar.
Consiste este juego en romper un recipiente de barro, la piñata, normalmente un puchero de los que se iban haciendo viejos en las antiguas cocinas de leña y carbón, relleno de los más variados objetos: caramelos, monedas, globos, rosquillas, o también de agua o harina.
Para romper los pucheros el jugador debía vendarse los ojos, y armado de un palo intentar romper alguno de los pucheros dispuestos en una cuerda sujeta entre dos árboles o dos columnas de los soportales de la plaza. Previamente, el jugador, ya con los ojos vendados, había sido sometido a un rito de giros y desplazamientos, con el fin de hacerle perder la orientación y las referencias de ubicación con respecto a los pucheros para dificultarle el acierto.
Una vez en disposición de golpear, los asistentes le iban indicando la dirección correcta y el momento de asestar el golpe.
Claro que, mientras unos le mandaban por el camino adecuado, otros, por el contrario, intentaban confundir al jugador dirigiéndole hacia el lado contrario, con el fin de que fallara y así, cuando les llegara a ellos el turno de golpear la piñata, todavía quedara un buen número de pucheros por romper.
Así, no es difícil imaginar el guirigay que se armaba con tantas voces dispares.
El regocijo era mayor cuando el jugador, totalmente desorientado, se dirigía con el palo en alto, hacia el grupo de los espectadores, provocando una desbandada entre los asistentes para evitar un buen coscorrón.
El jugador disponía de un número determinado de intentos para romper algún puchero. Si lograba romper uno relleno de golosinas, éstas se desparramaban por el suelo, con gran regocijo de los asistentes que se lanzaban a por ellas intentado hacerse con el mayor número posible de ellas, pero si por el contrario se acertaba a romper un puchero con trampa, el jugador quedaba bañado en una mezcla de agua y harina que le convertía en objeto de las burlas de la chiquillería mientras intentaba sacudirse el engrudo de encima.
En caso de no haber un número suficiente de pucheros se utilizaban globos.
Comments are closed