Infantiles
Juegos de nieve
Unas vacaciones Navidad sin nieve no eran vacaciones, dijeran lo que dijeran. El día del sorteo de Navidad, que nos despertaba a todos con el soniquete de los niños del Colegio de San Ildefonso, era mucho más completo si el suelo de nuestras calles estaba cubierto de blanco.
La alegría de erigir un muñeco de nieve en la plaza o en un rincón en el que no estorbara el desenvolvimiento de la vida cotidiana nunca se vio empañada por el frío y las manos moradas que llevábamos a casa a la hora de comer o de merendar.
Pasábamos horas y horas alrededor de nuestra obra, añadiendo nieve a las partes que se iban cayendo para recomponer la figura, recolocando la nariz de zanahoria, los ojos de patata, la escoba que cual vara de mando colocábamos a todos los muñecos.
Y entre atención y atención al muñeco, de vez en cuando se preparaban incruentas batallas de bolazos de nieve, que comenzaban de manera espontánea pero con una intensidad que hacían pensar que esas guerras blancas estaban dirigidas por finos estrategas del arte de la guerra.
Algunos bolazos se nos colaban por el cuello y la nieve nos llegaba hasta la cintura, pero no importaba, éramos felices. Estábamos de vacaciones y pronto llegarían los Reyes Magos.
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