Infantiles
Dar el palo
Los días de verano eran largos, los niños no teníamos escuela, el campo nos llamaba, y ya se sabe, “cuando el diablo no sabe que hacer, con el rabo mata moscas”.
Y así, en las tardes tediosas, en las que nos sabíamos a qué jugar, siempre había alguien que la dejaba caer: “Este año las ciruelas están ya maduras, me ha dicho mi padre…” ó “El Tío Fulano tiene el guindal que se le van a hacer de ellas que tiene”, y claro, nosotros, con tal de ayudar al Tío Fulano, allá que nos íbamos a aligerar de carga sus frutales.
Estas expediciones tenían un carácter aventurero, más que depredador, y lo que nos animaba a saltar las tapias de los huertos era más la sensación de riesgo que nos recorría por dentro, que el hecho de comer unas pocas manzanas o guindas, que estaban a nuestra disposición en cualquiera de los muchos árboles frutales que flanqueaban la mayoría de los caminos rurales.
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