Actualidad
«Día de Marzas en Villanueva de Gumiel.»
A MODO DE INTRODUCCIÓN
Este año, como cada año que las marzas nos visitan en fin de semana, Villanueva se “viste de gala” para acoger a sus más “fieles” seguidores, a los “nostálgicos” que se desplazan de otras ciudades y aprovechan para hacer un hueco en su agenda y cómo no, a los “curiosos”, que se adentran en el mundo de las tradiciones rurales.
Las marzas como ya conocemos, abren un tiempo de alegría, de ilusión y de esperanza, son como abrir el telón a la nueva estación primaveral, cerrando las puertas a un angustioso y frío invierno. Empezará a ver más movimiento por las calles, ahora desiertas, emulando a los pequeños municipios castellanos, tan nobles y tan abandonados, la despoblación nos acecha, los recursos desaparecen y las Administraciones nos dan la puntilla.
Estar seguros que pronto vendrán, buscarán el voto de los vecinos y se marcharán como siempre, sin cumplir las promesas con el medio rural.
SIGNIFICACIÓN DE ESTA TRADICIÓN (Y III)
Con este trabajo finalizo la trilogía comenzada en 2013 teniendo como referencia “El Cancionero popular de Burgos” en palabras de Miguel Manzano Alonso, y que dada la significación de esta interesante tradición me he permitido dividir en cinco apartados. Os presento, por tanto, el último en el díptico de este año.
5.NUEVOS TIEMPOS, NUEVOS CAMBIOS. Desde hace unos años tengo que señalar que hay algo que supone un cambio absolutamente sustancial en estas refolklorizaciones de marzas: ya no son “los mozos” quienes las celebran, sino un conglomerado de solteros, casados, viudos y separados. Pero no será eso lo más importante, sino la abultada participación de ¡MUJERES! en la fiesta. Esto, socava directamente uno de los significados de las antiguas marzas: la reafirmación de la separación de género y el sexismo presente en esta como en otras manifestaciones de la cultura tradicional.
Si se pretende que estas nuevas celebraciones puedan cobrar algún sentido en la actual sociedad cambiante, no sólo habrá que aceptarlo como algo normal, sino que habrá que felicitarse efusivamente por esta incorporación, que hará que la cohesión del grupo sea definida por el paisanaje y ganas de compartir un buen rato, frente al antiguo prurito de sexo y edad que destilaba un acentuado tufillo machista. Sí es cierto que las voces de los hombres y mujeres cantando al unísono obligan a bajar la altura en la que las marzas se han entonado tradicionalmente y, como consecuencia, pierden brillantez en la interpretación. Sin embargo, habrá que distinguir lo que es la arqueología de la música –en la que la interpretación masculina se antoja imprescindible– de lo que es buscar un significado actual a la celebración de esta fiesta, pues si no lo encontramos, mejor sería dejarla dormir.
En resumen, se considera irrelevante que las actuales recreaciones de marzas sean cantadas por hombres o por hombres y mujeres. Es estupendo que ellos y ellas, jóvenes y mayores, compartan la fiesta, la merienda y el recuerdo de paisanaje de la localidad. Más difícil resultaría entender su transformación en una representación urbana desprovista de este sentido colectivo.
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